¿A quién sirve el Estado? – Ponencia de Armando Figueroa

Esta ponencia fue presentada por Armando Figueroa al encuentro de reflexión acerca de los nuevos escenarios políticos que han surgido como resultado de las demandas instaladas por el Movimiento Estudiantil y Social durante el año 2011. El evento fue convocado por Los Barrenderos de Olmué y se realizó el sábado 21 de enero de 2012 en la ciudad de Olmué, Chile.

 Distinguir a quien sirve el Estado, es la intención de esta ponencia.

Sin embargo, nuestra intención sufriría de una inexplicable falta de prolijidad si previamente no diéramos  cuenta del origen de esta forma de organización política y de las condiciones concretas que abrieron el camino para su surgimiento.

Aspiramos a aproximarnos a la esencia del fenómeno, a los factores de cambios tales como la especialización de tareas, las modificaciones de las relaciones de producción, económicas, sociales e independientemente de la variedad de formas de organización que el Estado a sufrido a lo largo de la historia de la civilización.

Al dar cuenta de los procesos que han cursado la humanidad en su desarrollo, quedará de manifiesto, implícita y explícitamente la respuesta que demanda el título de este trabajo.

Y no sólo sabremos a quién sirve el Estado sino que también a quién no.

Señalaremos para iniciar este trabajo que nuestra preocupación no está orientada ha buscar los orígenes del término Estado o su definición o su valor semántico o etimológico como cuestiones centrales, y a pesar que es un asunto que preocupa a la comunidad política, para el caso de nuestro trabajo, y de modo alguno por ello pierda su relevancia, no constituye  una prioridad. 

De todos modos es necesario consignar que se le atribuye a Nicolás Maquiavelo (1469-1527) la utilización por primera vez de la palabra Estado en su obra “El Príncipe”.[1]

Empleó el término en su sentido moderno, de territorio con fronteras definidas y una autoridad central que debía ser obedecía.

Una primera cuestión que se instala con fuerza como resultado de estas primeras reflexiones, es si el Estado surgió en una fase del desarrollo de la humanidad y que no es una fuerza impuesta a la sociedad desde fuera.

Intentaremos encontrar el ursprung, (origen), el germen del Estado en el desarrollo interno de la sociedad; el Estado como un producto interno de ésta; el Estado como resultado de las luchas y contradicciones que acarrea su naturaleza.

Sin embargo y a pesar que ya hemos identificado y mencionado el concepto “sociedad”, se hace ineludible, en este terreno, indagar otra unidad social, remota y antecesora de la sociedad de la civilización: la sociedad gentilicia organizada  sobre la base de la propiedad social y la familia, su elemento dinamizador.

Subrayo familia porque de este eslabón, de su comportamiento, de sus transformaciones,  depende toda la cadena de acontecimientos históricos sociales.

En su trabajo “El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado” publicada en 1884, Friedrich Engels (1820-1895) se apoya, principalmente, en los datos de las investigaciones del abogado, antropólogo, etnólogo y escritor estadounidense, Lewis Henry Morgan (1818-1881) contenidas en su obra “La sociedad primitiva” y en las del jurista, antropólogo, sociólogo y filólogo suizo Johann Jacob Bachofen (1815-1887) contenidas en el “Mutterrecht”, (Derecho materno).

 Engels investiga en su obra los rasgos fundamentales del desarrollo del régimen de la comunidad primitiva, desde el estadio inferior del salvajismo, del cual sólo se puede hacer una construcción partiendo de los descubrimientos de los estadios medios y superior, hasta llegar al estadio superior de la barbarie y concluyendo en la civilización.

Muestra el cambio de formas del matrimonio y de la familia en relación con el progreso económico de la sociedad, analiza el proceso de descomposición del régimen gentilicio (según el ejemplo de tres pueblos: griego, romano y germano) y las causas económicas de ese proceso.

Mientras que en América se desarrollaba la familia sindiásmica, en Europa la domesticación de animales y la cría de ganado habían liberado fuerzas que contribuyeron a una acumulación de riqueza desconocidos hasta entonces.

La fortuna es apreciada y considerada como el bien supremo.

La propiedad de esta nueva riqueza que un principio le perteneció a la gens fue generando otro tipo de relaciones sociales enteramente nuevas y desconocidas en la sociedad gentilicia, formación ésta que basaba sus relaciones en la propiedad social.

El hombre, cuya situación en la sociedad gentilicia y en el contexto del derecho materno, era la  de proporcionar los medios necesarios de subsistencia a la gens (familia) se hallaba, por esta razón, ligado a la caza, a la domesticación de animales, a la crianza y reproducción del ganado, a la agricultura y a la elaboración de metales.

El incremento de esta actividad superó las posibilidades que las demandas de las nuevas labores que surgían de la división del trabajo fueran suplidas por los miembros de la gens.

Se hacía necesario tener más personas para custodiar el ganado, para sembrar y cosechar.

Fue entonces que se recurrió a  los prisioneros de guerra y se los convirtió en esclavos.

Resultado de este hecho, se puede inferir que no siempre han existido los esclavos.

Al respecto, Jean Jacques Rousseau (1712-1778) en “El Contrato Social”  es categórico al demostrar los errores de Aristóteles cuando señala:

“(…) Antes que todos ellos (se refiere a Calígula, Hobbes y Grocio. Nota del autor), Aristóteles había dicho también que los hombres no son en modo alguno, iguales por naturaleza, sino que unos nacen para la esclavitud y otros para la dominación. Aristóteles tenía razón, pero tomaba el efecto por la causa. Todo hombre nacido en la esclavitud nace para la esclavitud; nada hay más cierto. (…) Si hay esclavos por naturaleza, es porque hubo esclavos contra naturaleza. La fuerza hizo los primeros esclavos; su cobardía los ha perpetuado.[2]

El aumento de la productividad y la división del trabajo son los gérmenes que dan inicio a una actividad desconocida: el intercambio de excedentes y la apropiación individual de los resultados de esta acción. Con esto se ha iniciado el proceso de destrucción del régimen gentilicio y la formación de las clases.

Las clases, resultado de la propiedad privada de los medios de producción, generan tal conflictividad, tantos antagonismos que mana la necesidad de proteger la nueva riqueza, la autoridad y la tranquilidad de sus poseedores. En virtud de ello, se originó el Estado.

Antes que surja el Estado, las relaciones entre de los hombres estaban basadas en la fuerza de la opinión pública.

A partir de la presencia del Estado estas relaciones son desplazadas por los intereses de la clase dominante y se expresan en la existencia del poder público, rasgo principal del Estado.

El Estado no sólo asegura las nuevas riquezas de los hombres sino que apunta su arsenal ideológico  contra las tradiciones comunistas de la constitución gentilicia, particularmente al poder doméstico, a la economía domestica, al matriarcado, al oikos:

“Al tratar de la comunidad doméstica hemos visto que su comunismo originario queda sometido tanto en el terreno sexual como económico a límites cada vez más estrechos (…) que se destaca la “explotación” racional en la comunidad adquisitiva capitalista de la casa (…) de suerte que las mujeres, los niños y los esclavos alcanzan sus propios derechos desde el punto de vista personal y patrimonial[3] (subrayado por el autor)

Promueve la consagración de la propiedad privada como el fin más elevado de la comunidad humana y el reconocimiento general de la sociedad a las nuevas formas de adquirir propiedad.

El Estado se erige como supremo juez entre los hombres, crea ejércitos que reemplazan al pueblo en la vigilancia y supervisión de la propiedad, otorga derechos de acuerdo a las conveniencias de personas y grupos. Regula la división del trabajo y de la sociedad en clases separadas y antagónicas.
El Estado va de la mano con el poder religioso. Los gobernantes se consideran descendientes de los dioses e infunden el temor al castigar a los trasgresores y a las comunidades que avalen dichas conductas.

Max Weber  se refiere a este uso:

“En el curso de la evolución de las concepciones de Dios, esto es sustituido por la creencia de que los dioses han establecido como normas los antiguos usos y, por consiguiente, los han puesto bajo su protección como algo sagrado. La veneración por la tradición y la veneración hacia la persona del señor fueron los dos elementos básicos de la autoridad”[4]

Los territorios se dividen para facilitar el gobierno y la administración. El comercio se acelera y se crean medios de pago (monedas).
En Roma, por ejemplo, el Estado tenía tal poder que para el matrimonio fuera de la gens se necesitaba, jurídicamente, no solo el consentimiento de la persona autorizada, sino, además, el de todos los miembros de su gens.
Aunque en Roma persistan formas del antiguo régimen o sea del estadio superior de la barbarie, las nuevas relaciones de producción y distribución y el desarrollo de las fuerzas productivas de la civilización, alcanzan su pleno desarrollo y ocasionan la descomposición, derrumbe y desintegración de la sociedad gentilicia.

No puedo dejar de reproducir el colofón de cierre que Morgan construye para terminar su investigación de más de 40 años. Es este estadounidense, silenciado por tantas décadas, el que nos pone frente a nuestros antepasados primigenios y descorriendo el velo del olvido nos cuenta, paso a paso, el desarrollo social, económico, cultural, religioso que emprendieron nuestros ancestros remotos en los albores del salvajismo y dinamizado por ese núcleo que es la familia:

“Desde el advenimiento de la civilización ha llegado a ser tan enorme el acrecentamiento de la riqueza, tan diversas las formas de este acrecentamiento, tan extensa su aplicación y tan hábil su administración en beneficio de los propietarios, que esa riqueza se ha constituido en una fuerza irreductible opuesta al pueblo. La inteligencia humana se ve impotente y desconcertada ante su propia creación. Pero, sin embargo, llegará un tiempo en que la razón humana sea suficientemente fuerte para dominar a la riqueza, en que fije las relaciones del Estado con la propiedad que éste protege y los límites de los derechos de los propietarios. Los intereses de la sociedad son absolutamente superiores a los intereses individuales, y unos y otros deben concertarse en una relación justa y armónica. La simple caza de la riqueza no es el destino final de la humanidad, a lo menos si el progreso ha de ser la ley del porvenir como lo ha sido la del pasado. El tiempo transcurrido desde el advenimiento de la civilización no es más que una fracción ínfima de la existencia pasada de la humanidad, una fracción ínfima de las épocas por venir. La disolución de la sociedad se yergue amenazadora ante nosotros, como el término de una carrera histórica cuya única meta es la riqueza, porque semejante carrera encierra los elementos de su propia ruina. La democracia en la administración, la fraternidad en la sociedad, la igualdad de derechos y la instrucción general, inaugurarán la próxima etapa superior de la sociedad, para la cual laboran constantemente la experiencia, la razón y la ciencia. Será un renacimiento de la libertad, la igualdad y la fraternidad de las antiguas gens, pero bajo una forma superior>>. (Morgan, «La Sociedad Antigua», pág. 552.)[5]

La obra de Engels nos demuestra:

1) que la propiedad privada, las clases y el Estado no han existido siempre, sino que surgieron en un nivel determinado del desarrollo económico;

2) que el Estado en manos de las clases explotadoras es siempre un instrumento de violencia y de opresión contra las amplias masas del pueblo;

3) que las clases desaparecerán de manera tan inevitable como inevitable fue su advenimiento en el pasado. Con la desaparición de las clases desaparecerá inevitablemente el Estado.

Rousseau nos aclaró que la esclavitud no ha existido siempre y es ahora Engels, el que asevera que el Estado no ha existido eternamente:

Por tanto, el Estado no ha existido eternamente. Ha habido sociedades que se las arreglaron sin él, que no tuvieron la menor noción del Estado ni de su poder. Al llegar a cierta fase del desarrollo económico, que estaba ligada necesariamente a la división de la sociedad en clases, esta división hizo del Estado una necesidad. Ahora nos aproximamos con rapidez a una fase de desarrollo de la producción en que la existencia de estas clases no sólo deja de ser una necesidad, sino que se convierte positivamente en un obstáculo para la producción. Las clases desaparecerán de un modo tan inevitable como surgieron en su día. Con la desaparición de las clases desaparecerá inevitablemente el Estado. La sociedad, reorganizando de un modo nuevo la producción sobre la base de una asociación libre de productores iguales, enviará toda la máquina del Estado al lugar que entonces le ha de corresponder: al museo de antigüedades, junto a la rueca y al hacha de bronce”[6]

Como hemos visto, el desarrollo de las fuerzas productivas, motivó la descomposición de la sociedad gentilicia que estaba edificada sobre la base de la propiedad social comunitaria de los bienes de producción.

El reflejo de esta base fue una superestructura cuyo rasgo distintivo era la opinión pública que se ejercía desde la gens base de la estructura social gentilicia hasta la federación de tribus.

El surgimiento de la propiedad privada trae como consecuencia la división de la sociedad gentilicia en clases sociales antagónicas, familias antagónicas (La familia Patriarcal dominante y la familia Esclava dominada) y producto de esta sociedad de clases surge el Estado.

El reflejo de esta nueva base económica es una superestructura cuyo rasgo distintivo es la existencia del poder público que expresa los intereses de la clase económicamente dominante y no de toda la población. Este poder se apoya en la coacción que les brinda el monopolio de la fuerza: Ejercito, policías, cárceles, etc.

Pensamos que tenemos ya algunos componentes para manifestar que desde sus orígenes, el Estado sirve a sus creadores, esto es, a los económicamente dominantes. Afirmar lo contrario, sería una contradicción.

Sirve, y ha servido a los intereses de sus padres ideológicos, a aquellos que se apoderaron de la propiedad social, saqueando a sus propias familias, recurriendo al pillaje y a la piratería, incluso vendiendo a sus propios hijos en el mercado de esclavos. A esta clase ha servido y a esta clase le ha servido.

Esta situación de dominación que permite mantener los equilibrios entre clases antagónicas durante tantos siglos, es el resultado de la experiencia empírica recogida por la clase dominante a través del tiempo, tal vez anterior al Anax micénico, en el sentido que la historia de la civilización ha sido una guerra de todos contra todos y que es necesario, ir perfeccionando la coerción  con el fin de regular los conflictos y rupturas y proseguir con la lógica de mantener y acrecentar la riqueza y el  poder acumulado. La explotación ilimitada.

Recientemente unas estadísticas señalaron que la fortuna de 3 multimillonarios es superior al PIB de 48 Estados-naciones  y que cada 4 segundos, en la periferia,  muere, de hambre, un individuo, un ser humano[7].

       

Cualquiera que sea la forma en que se presente el Estado, siempre será una dictadura, una creación humana para dominar y un medio para aplicar, en distinto grado y forma, la violencia, contra su enemigo de clase ya sean esclavos, siervos de la gleba o proletarios.

A estos propósitos sirve el Estado. A los propósitos de los expropiadores.

Entonces ¿A quién no le sirve el Estado?

 

BIBLIOGRAFIA

 

 

ARISTÖTELES: “Política”. Editorial Centro Gráfico Limitada. Santiago. Chile. 2006.

ENGELS, Friedlich: “El origen de la familia, la propiedad privada y el estado” Editorial Progreso. Moscú. Unión Soviética. 1971

HOBBES, Thomas: “Leviatán”. Fondo de Cultura Económica. Ciudad de México. México. Decimotercera reimpresión, 2004. trad. de Manuel Sánchez.

KATZ, Claudio: “El Imperialismo del siglo XXI” www.rebelion.org/izquierda/ katz061102.pdf –

MAQUIAVELO, Nicolas: “El Principe”. Editorial Alba Libros, S.L. Madrid. España. 2001

MARX, Carlos y ENGELS, Federico: “El Manifiesto del Partido Comunista”. Editorial Progreso. Obras Escogidas. Tomo l. Moscú. Unión Soviética. 1955.

ROUSSEAU, Jean Jacques: “El Contrato Social”. Gradifco SRL. Buenos Aires. Argentina. trad. Belén Jáuregui. 2004.

VALLÉS, Joseph M: “Ciencia Política: Una introducción”. Editorial Ariel, S. A. 5ª edición actualizada. Barcelona. España. 2006.

WEBER, Max: “Sociología de la Dominación” Fotocopia de la universidad ARCIS. Valparaíso. Chile. 2007.

ANEXO.-

 

SÍNTESIS DE LA REFLEXIONES POLÍTICAS DE LOS BARRENDEROS DE OLMUÉ

 

Como resultado del debate que 44 representantes de distintas actividades sociales, entre ellos profesionales, artistas, obreros, estudiantes, etc, realizaron en torno a tres ponencias presentadas en la ocasión, hemos intentado recoger en esta síntesis lo que hemos considerado como importante y fundamental.  

 

1.-          Por los antecedentes presentados, se advierte que la organización principal de los trabajadores, (CUT) cursa actualmente un proceso de descomposición y esto se debe a que en los hechos, la multisindical hace parte de las instituciones que el Estado tiene para manejar los conflictos sociales. Esta realidad acarrea la desafección y la desconfianza de los trabajadores hacia la organización. Por ello, la comunalización y la democratización de la CUT, es fundamental en el proceso de restauración democrática  y por ende para la unidad obrero-estudiantil y la vasta red de organizaciones sociales

 

2.-          Por el lugar que los estudiantes ocupan en la producción no son alternativas de poder. Por ello, es imprescindible la unidad de acción y lucha con los trabajadores

 

3.-          La descalificación, propia de prácticas dictatoriales, en nada contribuyen a la reconstrucción de la soberanía popular. El camino es la discusión argumentada.

La reconstrucción del tejido social no pasa  por el discurso del liderazgo político o de avanzadillas inspiradas, sino que fundamentalmente, por la construcción de redes, nodos sociales, que contribuyan a articular desde abajo, la diversidad propia de la realidad de la sociedad.

 

4.-          Una herramienta valiosa en el proceso de acumulación de fuerzas populares, la constituye el conocimiento de la Verdadera Historia de nuestro país. Subrayamos “verdadera historia” porque la que normalmente se estudia o se conoce es la Historia Oficial mandada a garrapatear por los vencedores, o sea, por la elite que detenta (¿o lo usurpa?) el poder político-socioeconómico.

 

5.-          La Concertación, no por lo dicho ni escrito, sino por sus actos concretos, es una parte de la derecha política chilena y por lo tanto, el camino que corresponde recorrer al Movimiento Estudiantil y Social no es hacia esta organización, sino hacia los trabajadores, para generar vínculos que potencien este Movimiento, él cual seguirá expresándose pero de un modo nuevo.

 

Olmué, 21 de enero de 2012

 

 


[1] Cap I Clases de principados y modo de adquirirlos, pág 206, Alba Libros, S.L. C/ Las Mercedes, 17, Madrid, España, 2001.

[2] Capítulo II. Las primeras sociedades, págs. 15,16, 1ª ED. – Buenos Aires: Gradifco, 2004, (Pensadores universales), Trad. Belen Jauregui

[3] Ídem, pág. 756

[4] “Sociología de la Dominación” capítulo IV. Dominación Patriarcal y Patrimonial, pág. 755, fotocopia UARCIS Valparaíso.

 

[5] Engels,

[6] Ídem,

[7] Claudio Katz, “El Imperialismo del sigloXXI” http://www.rebelion.org/izquierda/katz061102.pdf –

 

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